sábado, 26 de mayo de 2012

La revolución cubana ¡Un faro de dignidad para los pueblos!


Las palabras del presidente cubano Fidel Castro Ruz en la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre del 2005, y de Felipe Pérez Roque, Ministo de Relaciones Exteriores de la Isla, en la Asamblea Nacional del Poder Popular el 23 de diciembre del mismo año, contienen ideas e intuiciones de infinito valor en la lucha común por la salvaguarda de la revolución cubana, y por el avance del proceso de independencia que estremece hoy a América Latina.


La proeza del triunfo de la revolución cubana en 1959 por sobre la voluntad de la más poderosa y agresiva potencia de toda la historia, y la posterior hazaña de sostener el proceso revolucionario en medio de las más adversas circunstancias -al desintegrarse en 1991 el campo socialista y quedar sola la Isla frente al imperio- están aún por estudiarse y comprenderse en todas sus dimensiones y sus profundos significados.  Como también lo está, el asombroso fenómeno por medio del cual este pueblo, que habita un pequeño territorio de poco más de 100.000 kilómetros cuadrados en el mar Caribe -a menos de noventa millas de los Estados Unidos- ha logrado convertirse en un semillero de ideas y una fuente de inspiración y de energía para los pueblos del mundo entero sometidos al dominio neocolonial.  Al igual que en un faro de dignidad para millones de seres humanos, en un planeta devorado por la corrupción propagada por una hegemonía global sostenida en el poder de las armas, las atrocidades y la desinformación.

Creemos que estas palabras que hoy ponemos en común, como primer ejemplar de la Colección "En defensa de la Humanidad", ameritan ser leídas con profunda atención y serena reflexión. Consideramos que en ellas están presentes algunas de las claves decisivas para sostener la esperanza en la humanidad que significa la revolución cubana y para variar con la fuerza de las ideas y el poder del ejemplo, el curso de muerte y sufrimiento impreso al mundo por el imperio de las malas ideas.  Un imperio de confusión en el que la tierra, todas las formas de vida, las diferentes dimensiones de la belleza y la dignidad se sacrifican día tras día en los altares del lucro, como lo más normal del mundo, hasta el punto de poner en entredicho la continuidad de la aventura humana en el planeta azul.


Este imperio, como con certera exactitud señala el presidente Fidel Castro, es muy diferente del pueblo de los Estados Unidos, víctima también de la infame y descomunal campaña de manipulación y desinformación con que el aparato global de propaganda de la potencia trata de mantener dividida a la humanidad.


Las ideas compartidas por el presidente Fidel Castro en la Universidad de La Habana, y el Ministro Pérez Roque en la Asamblea Nacional del Poder Popular, llegan en un momento muy especial del devenir de América Latina.  En la región se suceden, en un lapso muy breve, acontecimientos con tan extraordinarios significados que se abren las compuertas para que aquellos sueños que hasta hace muy poco considerábamos imposibles o aún muy lejanos en el tiempo, puedan ahora vislumbrarse como realidades factibles de ser conquistadas.  Estos sucesos parecen ser tan solo la antesala de acontecimientos más vastos y profundos, en la larga lucha de emancipación humana de la guerra y las miserias espirituales y materiales.


El fin, de la larga gesta humana por superar todo tipo de dominación imperial, que tanto horror y sufrimiento ha conllevado a nuestros pueblos durante siglos, y el tránsito definitivo hacia una dinámica de integración latinoamericana fundada en la fraternidad y la cooperación -ejemplar para el mundo por encausar el caudal creador y las riquezas de los pueblos en la curación de los estragos infligidos a las comunidades y a la tierra-, están cada vez más al alcance de nuestras luchas, gracias a los impulsos decisivos recibidos por la labor incesante de quienes consagran su vida a construir un orden social justo en el que se reconozcan y sean posibles las mejores expresiones del espíritu humano.


A la edificación de un socialismo al que, como señala Fidel, "le son ajenas por completo las ambiciones por apoderarse de las fuentes de energía, conquistar mercados, dominar áreas estratégicas y explotar el trabajo y los recursos de otros pueblos, que han sido y son las causas del militarismo y el guerrerismo."  Un orden social que se desarticula del sistema de multiplicación de necesidades ficticias del que depende la existencia del capitalismo, proponiéndose en cambio ampliar la conciencia sobre el perfeccionamiento infinito que cabe en "el campo ilimitado del enriquecimiento espiritual y la calidad de vida, que nunca ha tenido consideración alguna en el vértigo enloquecedor, egoísta, mercantil y enajenante de las sociedades capitalistas".


En este incesante batallar por edificar un orden social en favor de la vida y su dignidad, es decisivo contar: "Con esta humanidad trabajadora, con estos explotados infrahumanos, paupérrimos, manejados por los métodos de fuete y mayoral, con los que no se ha contado o se ha contado poco.  Desde los albores de la independencia sus destinos han sido los mismos: indios, gauchos, mestizos, zambos, cuarterones, blancos sin bienes ni rentas, toda esa masa humana que se formó en las filas de la "patria" que nunca disfrutó, que cayó por millones, que fue despedazada, que ganó la independencia de sus metrópolis para la burguesía, esa que fue desterrada de los repartos, siguió ocupando el último escalón de los beneficios sociales, siguió muriendo de hambre, de enfermedades curables, de desatención, porque para ella nunca alcanzaron los bienes salvadores: el simple pan, la cama de un hospital, la medicina que salva, la mano que ayuda." [....] "esta gran humanidad que ha dicho: "¡Basta!" y ha echado a andar.  Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia..."


Héctor José Arenas A.

FUENTE:
En defensa de la humanidad
Cuba:
"El valor de reconocer sus errores"
Fidel Castro Ruz
Felipe Pérez Roque
Ediciones desde abajo

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